miércoles, 10 de febrero de 2016

Finde Largo en San Clemente

Finde largo. Trámite fallido. Viaje. Playa. Sol. Mar. Flechazos(?). Todo suena como un bello viaje de placer. Hasta que te das cuenta que sos más blanco que un helado de limón y olvidaste el protector solar. Ahí es cuando vas a comprar uno urgente y, ya que está, un gel para quemaduras solares.
El hotel no era de lo mejorcito, pero había heladera en la habitación y si buscabas un sillón bien ubicado -fuera de la habitación, por supuesto-, podías enganchar algunos vestigios de wifi. El desayuno era bueno. El ventilador de techo no. Siguiendo el consejo de Clinton en Los Simpsons, me quejé hasta que me trajeron un soplador que la piloteaba bastante.
Primera mañana en la playa con Ile, salimos a caminar. Caminamos mucho. Encontramos caracoles. También muchos. Y como todo turista, juntamos algunos. Los metros recorridos en la playa continuaban subiendo y nos encontramos con lo que parecía haber sido una tremenda fiesta. Restos de frutas cortadas, flores, todo desparramado por la orilla de la playa.
A la vuelta encontramos más cosas, entre ellas unos velones de aproximadamente 20cm de alto y 5cm de diámetro que llamaron nuestra atención. Cuando vimos el primero -de 3 colores: rojo arriba, blanco y azul abajo- dijimos “qué linda vela!”. La segunda la levantamos. Y así terminamos caminando de regreso al hotel con 4 velones y una vela, de colores muy particulares. Un velón era azul. Otro amarillo. Otro era rojo arriba, blanco al medio y negro en la base. Y el último tenía rojo arriba, blanco al medio y negro en la base. Además había una vela de un diámetro común, pero la mitad inferior era negra.
Diría que lo peor que nos pasó fue flecharnos un poco esa mañana. Buena idea comprar el gel. Bien por la heladera en la habitación.
Dimos vueltas por la peatonal, show más, show menos, garrapiñadas y a dormir.
Otro día llegó y esta vez vino con un par de líneas en el Bingo. No. No esas líneas. Las líneas del juego.
Y la noche nos sorprendió con 2 bingos y una línea más. Eso fue suerte.
A la vuelta pasamos por Lobos, para visitar a unos amigos y seguidores del blog en sus mejores momentos, Valen, Flor, Facu, Nico, Marcos y Pau. Llegando a Lobos, el GPS del celu dejó de andar. Una vez adentro de la ciudad nos comimos dos regios badenes, que casi dejan el auto en Lobos.
Entre anécdotas que van y vienen tocamos el tema:
-Encontramos unas velas re grosas en la playa
-En la playa?
-Si con pétalos de rosa
-Eso era una mesa servida
-Aww… qué ternura, una propuesta de matrimonio?
-No, una mesa servida!
-Qué es eso?
-Es un ritual umbanda en el que se hace una ofrenda de una mesa servida con mantel, vajilla comida y todo, incluso las velas. Otro b**udo debe haberse llevado la vajilla.
-Uhm… eso explica la fruta cortada sin haber señales de haber sido comida.
-Yo dije que eran brujerías y él no me hizo caso.
-Encima encontraron frutas? Era una ofrenda entonces! Y que hicieron con las velas?
-Es que no creo mucho en esas cosas. Las tengo en el auto.
-Tienen las velas de una mesa servida en el auto? Ustedes están locos! Cómo las van a tocar?
-Bueno, bueno… convengamos que esta supuesta deidad no probó bocado de lo que le dejaron. Capaz no le gustó la comida y no le dejó ningún poder a las velas.
-Las velas tienen todo un significado según el color. Acá hace un tiempo apareció en una plaza una mesa servida con un pollo asado. Estuvo unos días ahí, nadie tocaba nada.
-Hasta que vino un pobre desconocedor cagado de hambre y se clavó el pollo pensando ‘qué copada esta gente’…
-Andá a preguntarle a uno del pueblo si toca algo de eso. Ni loco! Esas son macumbas que capaz se activan maldiciendo al que prende las velas.
-Mirá, yo tuve una vecina que se pasó 2 años invocando a un arcángel para que Rafael Caballero vuelva con ella y nunca la vi con un tipo. O sea… 2 años haciendo la macumba con piedras violetas y no sé qué mambo… Yo en un par de meses ya me daría cuenta que la cosa no funciona. Miren, estas son las velas, les saqué una foto.
-¿Le sacaste una foto a las velas con tu teléfono?
-Si. vos decís que capaz por eso el teléfono quedó maldito y el GPS no andaba?
-Y... Capaz, jajaja. Bueno, si pasa algo con las velas contanos.
-Si, si. Si se prende una llama negra le saco una foto con el celu y la subo.
-Jajaja, dale.
Transcurriendo el viaje de regreso a casa, fueron como 200km reflexionando:
  • ¿Y si derrito las velas y hago una fuente, u otra cosa? Técnicamente no estoy “prendiendo las velas”
  • ¿Qué pasa si rallo la cera de las velas, las derrito y hago una color arcoíris? ¿Cambio la maldición?
  • ¿Y si los piolines los uso para hacer un atrapasueños? ¿Atrapo pesadillas?
  • ¿Si se las dejo a la Virgen? ¿Las purificará? ¿Vendrán criaturas extraplanares a desencadenar una guerra a ver quién se queda con la vela?
  • ¿Y si las tiro y algún otro nabo las prende? Voy a haber sido el puente para el maleficio del pobre infeliz.

Todos estos interrogantes quedaron a un lado cuando tuve en cuenta que, si bien no creo mucho en entidades místicas que por prender una vela te despojen de tu felicidad y llenen tu vida de torturas, recordé que conozco muy de cerca a un joven que cura quemaduras de palabra invocando la sanación del Dios en el que cree. Y las alivia. Así que en la siguiente estación de servicio pusimos las velas en una bolsa y las tiramos a un tacho.

Y así nos libramos de una posible maldición umbanda. No me volví a comer otro badén. Ile, que venía durmiendo, se despertó. El auto parecía más ligero y hasta me animo a decir que el aire enfriaba más… O capaz exageré un poco por la sugestión… un poco.

De curioso, por la noche, antes de dormir, como no podría ser de mejor manera, me puse a ver algo sobre esto en internet. Por fin tenía un wifi decente! Y noté que la función 'ubicación' del teléfono, indispensable para que funcione el GPS, la había desactivado para ahorrar batería. Yo mismo había maldito mi teléfono. Cosas que pasan. Encontré lo siguiente:

La vela azul era para pedir por la amistad. Por eso no nos peleamos en todo el viaje O.o
La vela amarilla era para la fortuna. Clavamos 2 bingos y un par de líneas.
La vela verde, blanca y roja era para alejar las malas vibras. En el viaje las cosas salieron re bien.
La vela negra, blanca y roja era para cortar trabajos espirituales. No nos pasó un corno.
La vela mitad negra y mitad blanca era para cambiar los malos hábitos y dejar los vicios. ¿Qué es un vicio?

Así que pobres muchachos umbanda, deben haber quedado solos, pobres, peleados con todo el mundo, atados espiritualmente y encima sumidos en sus vicios, porque nadie prendió las velas que, a esta altura y con estos calores, deben ser un bloque de cera en el fondo de un tacho de basura.


Lo peor del caso fue buscarlas en mercadolibre. $230 cada velón. Teníamos una luca en velas! Había que juntarlas a la mañana en la playa y venderlas a la noche en la peatonal! NE-GO-CIÓN.
Estuvimos lerdos.

Con el enemigo en casa

Esto ocurre cierta mañana en mi hogar independiente en el que un cierto aroma poco frecuente me hace percatar de que algo no andaba bien.
Eché Lysoform en el baño. Pero ese no era el problema. SC Johnson, el chivo fue de onda. Lo cual me llevó a concluir que debía cerrar la garrafa de la cocina. Independiente, pero humilde. A esta altura deben estar sacando la misma conjetura que yo en ese momento. Mi subdesarrollado olfato detectó una anormalidad, pero no diferenciaba este problema de una fuga de gas o de un baño maloliente.
Frustrado por no encontrar el problema, hice lo que cualquier persona en mi posición y con mis características haría en ese momento: Me puse a jugar al Tetris, ignorando el hedor.
Mientras transcurría plácidamente mi pasatiempo, un ruido se hace notar en “el cajón del almacén” –cajón de una cómoda que tengo en el living donde guardo yerba, azúcar, leche en polvo, galletitas, etc. El ruido era como una envoltura de galletitas 9 de oro siendo rapiñada para acceder a su contenido.
Abro el cajón y veo el paquete con un agujero por el cual tranquilamente podía caber mi dedo y a través de él los primeros bizcochos mordisqueados. Para quienes no lo saben, no es la manera en que habitualmente abro un paquete de bizcochos. Cañuelas ;) - ojalá alguna empresa se percate de la publicidad gratuita.
Todo bien con que se metan en mi casa y deambulen. Los insectos lo hacen, no veo por qué prohibírselo otro animalito, siempre y cuando no joda. Pero este no. Este se metió con mis bizcochos! Los biscochos en sí no son un problema, pero cuando se trata de tu reserva para esos días en que los negocios están cerrados y el hambre pega como nunca en la semana (ni siquiera esa hora anterior en la que hubieras encontrado el negocio abierto), los bizcochos son prácticamente un tesoro de campaña.
Así que empecé a abrir los cajones uno por uno, registrando cada recoveco. De repente y entre mis piernas, una figura no identificada se movió más rápido de lo que pude percibirla. Y desaparece. Conservando la calma y descreído completamente de las actividades paranormales, luego de unos minutos de registro encuentro una caja de cartón con un orificio por donde tranquilamente pasaría un dedo. Estos orificios se estaban volviendo peligrosamente frecuentes esa mañana.
Ingeniosamente, tapé el orificio con una cinta. La cinta más cojuda que conozco, y que nunca sé cómo pedir en una ferretería, y procedí a retirar las cosas cuidadosamente de la caja. No fue hasta sacar la última cosa de la caja que nuestras miradas se cruzaron. Era una laucha gris. De no más de 5cm de altura sin contar la cola. Digo altura porque estaba parada en sus dos patas traseras, mirándome, como yo a ella. Tenía una actitud como diciendo “Disculpe señor ¿los bizcochos eran suyos? fue por hambre, lo juro”. Puedo asegurar que por un momento nos quedamos mirándonos, como entendiéndonos. Tuve la ridícula idea de adoptarla. Podría haberse llamado, no sé… Lara.
Yo tenía ventaja. Ella estaba en una caja y yo no. Yo podía cerrar esa caja. Y en el tiempo en que me tomó pensar esa idea, la laucha empezó a correr alrededor de la caja, como tomando envión y en una vuelta alrededor de las paredes saltó fuera de la caja y la perdí de vista.
Había perdido una batalla, pero no la guerra.
Compré el armamento necesario para los días que se acercaban: Una trampa con resorte, una jaula para ponerle carnada y 2 trampas con pegamento. No voy a dar marcas porque las empresas no se ponen con la tarasca. Y quesitos amarillos. Que no son quesos, son veneno con forma de piezas triangulares de queso. Aprendí también que lejos de lo que se cree, el queso no es la mejor carnada, sino algo de carne, una almendra o un pedacito de zanahoria.
La trampa con resorte lleva 2 años lista y nunca la activó ni siquiera un dado caído por accidente. Son el peor chamuyo de la historia.
A la jaulita se le pudrió la carnada y lo único que atrapó fue telarañas. Y menos mal, porque cuando vi cómo hay que deshacerse de las lauchas, no sé si hubiera podido hacerle eso a la pobre y tierna Larita.
Las trampas de pegamento… Ah… Esas sí que son trampas!
Al lado de la cómoda solía dejar una regla T de madera para dibujo técnico, que puede sonarles de otra anécdota. Ésta se caía sola, a mitad de la noche. El fenómeno paranormal terminó cuando puse una trampa de pegamento al lado. Esa noche la regla no se cayó, yo dormí, todos fuimos felices, menos la laucha que quedó inmovilizada en el pegamento.
En el ropero de al lado de la cama oí unos roídos. Caramba, eso es aglomerado, resina, sintético, antinatural, laucha ignorante! Pero ahí estaba, la ropa llena de pelusa de laucha. Así que puse una trampa de pegamento entre la cama y el ropero. Apagué la luz y el “tac-tac-tac” de la laucha embadurnada de cuerpo entero dieron la alarma para volver a prenderla. Esperando a una compañera volví a colocar una trampa en el mismo lugar, dónde lo único que cayó fue una almohada a la cual nunca pude sacarle el pegamento y hoy en día la sábana compañera es una linda lona para

el mate.
Finalmente en los 18m2 que tengo de depto. Distribuí 12 piezas de ese “quesito”. Adiós a los fenómenos paranormales, choreo de bizcochos, Larita y la mar en coche.

La historia termina conmigo lavando y desinfectando la casa durante 2 semanas más o menos.

La bruja del 5

Esta historia se remonta a unos cuantos meses atrás. Yo vivía no tan feliz como en paz con mi independencia alquilada.

Cierto día se muda una vecina nueva.

Una compañera de salsa que vino a visitarme me contó que esa chica era del ambiente salsero, pero que no se llevaban bien, que habían tenido fuertes cruces de miradas y parecía que había mala onda. Por lo general le resto importancia a este tipo de cosas... y esta no fue la excepción. Era una persona como cualquier otra... O al menos eso parecía.

Lo primero que me llamó la atención era que cualquier día de la semana, al azar, había juntadera. Hablaban en dialectos que hoy denominaríamos "turros" o "rochos". Entendía la mitad de lo que escuchaba, y escuchaba la mitad de lo que decían, porque sinceramente y con total franqueza, no me interesaban ni medio sus conversaciones. Pero si al hecho de que la aislación sonora de mi dormitorio no es la mejor y ellos rebuznaban cuanto sus voces les permitía, oír algo era inevitable.

Lo segundo de esto es la noche vino Mery a charlar de la vida entre pizzas y cerveza y en plena reflexión final ya fuera del depto., se asoma esta mujer y pide en un tono amable y hostil a la vez, que por favor concluyéramos nuestra charla lejos de su ventana, ya que al otro día tenía que amanecer temprano para trabajar.
Podría ser todo normal si no fuera por el párrafo anterior: Bien. Además de romper la calma hasta cualquier hora de la madrugada, esta señorita también trabaja.

Actualmente hago lo mismo, no sé de qué me sorprendo.

En fin, cierta noche me había enviciado con la nostalgia de ver los capítulos de una serie animada, que nunca había terminado de ver y escucho, como de costumbre, sonidos del otro lado de la pared. El sonido era repetitivo, por lo cual pasó de "ruido molesto habitual" a "sonido particular".

Puse el reproductor de windows media en silencio y la escuché. Si, para mí es el mejor reproductor, como el paint es el mejor editor de imágenes. Va en cuestión de gustos, qué se yo.

En medio del silencio la oí decir “con esta piedra violeta te invoco, arcángel Miquel, para que Rafael Caballero vuelva a amarme, y no pueda amar a nadie más”… o algo similar, no recuerdo con precisión la entidad tampoco. Antes que nada, Rafa, si me leés, me disculpo si no escribí bien tu nombre, sabrás entender que nunca le pedí que me lo deletreara. Pero si volviste con una ex sin poder explicarte por qué, date por aludido. Aunque lo dudo.

Ahora si, vamos a desmenuzar:
  • Con esta piedra violeta”: Tiene que ser joda. Esta entidad tiene el poder para hacer que Rafael vuelva con vos… ¿pero no puede ver el color de la piedra?
  • Arcángel Miquel”: ¿Es un arcángel? ¿de dónde salió? ¿y quién dijo que tiene el poder de forzar al amor? No aparece ni en Wikipedia. El más parecido es Miguel, y era el jefe del ejército celestial. No tiene mucha pinta de cupido.
  • Rafael Caballero”, pobre hombre. Imaginate si la habré escuchado repetir tantas veces lo suyo que hasta me aprendí el nombre del tipo. Incluso me apiadé de su alma y quise buscarlo en face. Ahí es cuando juega crucial importancia el detalle de la ortografía. No quiería alertar a la persona equivocada.
  • y no pueda amar a nadie más”: Si el tipo vuelve, no tengan pibes mami porque se pudre todo.
No solía darle bola, y cuando arrancaba con esa, yo subía el volumen del WMP. Espero que a Miquel le gusten los Caballeros del Zodiaco.

Al correr de los días noté una respiración pausada pero constante en mi habitación. Y la regla “T” de dibujo técnico, que tenía apoyada en la cómoda en posición vertical, se caía al piso. El primer impulso fue ir a decirle a mi vecina que se lleve su entidad a su depto. Como no soy tan impulsivo, una segunda idea sonó mejor y era decirle a la entidad “loco, es acá al lado que te llamaron”. Pero opté por lo más lógico: Prender la luz y ver qué pasaba.

Con la luz encendida nadie respiraba. Ni tiraba nada al piso. Este Miquel era un jodón bárbaro. O bien, sabía aguantar bien la respiración. Hasta que lo vi: La cortina del baño se inflaba con un chiflón que se colaba por la ventana. Y al cesar la corriente de aire, la cortina volvía. En este movimiento, arrastraba la parte inferior sobre el zócalo de la ducha, lo cual generaba este intrigante sonido. Vamos… es una entidad incorpórea, ¿de verdad pensaban que iba a respirar? La regla “T” se caía por una laucha que pasaba por ahí, pero esa es otra historia.


Pasaron meses, diría que años, no lo sé porque no llevaba la cuenta. Pero ella se fue de la vecindad y seguía pidiendo por Rafael. Yo digo, si en tanto tiempo no volvió ¿no se le ocurrió cuestionarse si eso funcionaba?

Concluyo lo siguiente:
- Un mensaje de texto o una llamada hubiera sido mejor idea.
- Miquel venía a ver La Saga de Hades conmigo y se las tomaba.
- Miquel no comía lauchas, lo cual hubiera sido muy útil. Ni las ahuyentaba, que también hubiera servido.

martes, 29 de enero de 2013

Trámites en el Registro Civil


Era una mañana de verano en la que estaba tramitando la denuncia de la tarjeta azul del auto de mis padres. Con bastante mala onda, reconozco, porque ya venía de dos horas de espera en el Registro del Automotor cuando tuve que hacer fila en el Registro Civil para hacer una denuncia que ya podría haber hecho si me lo hubieran indicado.
Mientras esperaba en la fila mis agudos instintos reconocieron a una persona en una situación conflictiva. Esa persona era un bebé de apenas 26 días. Su situación: querían hacerle una impresión de las huellas digitales en un escáner táctil, de esos que se usan ahora en el registro para no dejarte los dedos llenos de tinta. Mis agudos instintos: se reducen a mi capacidad de oir su llanto.
El cuadro era el siguiente: La señora del registro civil estaba operando la computadora. La madre del bebé lo sostenía en brazos. El padre sostenía el escáner con una mano mientras con la otra pretendía abrirle la mano al bebé y hacer que apoye sólo el dedo pulgar.

Mi lugar de ciudadano común era quedarme en la fila criticando que no callaran al niño y quejándome de cómo la señora que debía atenderme estaba siendo ineficaz en su tarea. Pero mis impulsos de scout con delirios de héroe fueron más fuertes. Y a riesgo de perder mi lugar en la fila me acerqué a la pareja y le dije al padre: “déjeme que le sostengo el aparato, usted use las dos manos para hacerle apoyar el pulgar en el sensor.” Y así estuvimos renegando, pero ninguno de los dos ciudadanos sabíamos la altura precisa a la que debía estar el dedo del pequeño para ser escaneado. Así que la señora del registro civil tomó la posta y me dijo: “¿querés operar vos la pc, mientras yo le hago apoyar el dedo en el sensor?”. “Bueno”, le dije. Y me senté en su silla con mi mochila cargada de papeles de trámites en curso.
Cada tanto amagaba a aparecer la huella digital, pero se veía como una mancha negra, sin líneas detectables. Así que fueron más los “REESCANEAR” que los posibles “ACEPTAR” que salían. En un tiro me salió un “ACEPTAR” y le di “REESCANEAR” de nuevo, ya sin leer los botones. Pero bueno, eso queda entre la PC y yo. Y ustedes, mis estimados y desconocidos lectores.
La frase de la mañana fue de la señora diciendo “el ciudadano viene a hacer un trámite y termina colaborando para tomar uno que es ajeno a él”, soltando una leve carcajada como para atenuar la tensión provocada por el llanto de la criatura.
Afortunadamente tuvo el buen gesto de mandar a gestionar mi trámite mientras yo le ayudaba. Cuestión que cuando terminamos de tomarle las huellas digitales al bebé, me dieron mi denuncia y me fui.
Me dijo “Gracias, muchas gracias”. Y en mi cabeza rondaban las palabras “Señora, sólo recuerde que TapperMan estuvo aquí”. Pero sólo solté un “Gracias a usted”.
¡Saludos y hasta la próxima anécdota!

domingo, 20 de enero de 2013

Andando sin embriague

Hay cosas muy locas que te pueden pasar andando en moto. Algunas buenas y algunas no tanto. Pero vivir las experiencias que la vida te ofrece sobre las dos ruedas es algo que está bueno.
Me encontraba yendo a bailar a la playa, circulando por Oroño llegando a Salta, cuando me detengo en el semáforo. Siento un sonido que no sé de donde proviene. El semáforo me guiña el verde y trato de salir. Pongo primera y la moto se estanca. Se para el motor. Para mi sorpresa, el sonido había sido producido por el corte del cable del embriague. Para quienes no lo sepan, la moto sólo puede arrancar estando en Neutro o embriagada estando en primera. Y para darle arranque hay que ir soltando suavemente el embriague.
A cualquiera se le puede cortar el embriague de la moto y no por eso lo va a publicar en internet. Pero, además de que yo siempre publico las giladas que me pasan, lo curioso del caso es que yo estaba en Rosario. A 70km de mi ciudad natal y, por ende, a 70km del taller de El Lechu, mi taller de confianza. A eso le sumamos que era pasada la medianoche y que no había ningún taller a pocas cuadras a la redonda como para dejarla en un estacionamiento y llevarla al día siguiente. Además, estaba lejos de la casa de quienes podrían brindarme una mano. Y no daba para pedirles auxilio a esa hora ni siquiera para que me remolcaran la moto.
Ante la situación, y sin tener mucha idea de cómo funciona un motor naftero fuera de los ciclos teóricos que estudiamos en los libros de termodinámica, empecé a evaluar posibilidades y hacer mis primeros intentos.
Intenté darle arranque en primera. Pegó un tirón pero no avanzó.
Intenté darle arranque en Neutro, pero al pasar a primera sin embriagar, pegó el mismo tirón sin avanzar tampoco.
Miré bien la situación. Intenté tironear del cable, simulando ser la palanca de la moto y no logré moverlo ni medio centímetro. Detalle para tener en cuenta: el cable está engrasado. Mi pantalón era color arena, tirando a blanco.
En un golpe de McGyverismo, moví la palanca del embriague del motor y pude ver cómo era más sencillo tirar del cable desde al lado de la palanca. Pero al soltarla, el cable volvía a la posición “sin embriagar”. No podía dejar una mano en el motor porque necesitaba una para acelerar y la otra para maniobrar. Ahí es cuando los conceptos físicos cayeron en mi auxilio y repetí la operación, sólo que esta vez, cuando tiré el cable de la moto, lo doblé sobre el manillar para que me fuera más fácil retenerlo. Aún así, la grasa hacía que se me fuera escapando de a poco. Puse la moto en primera y le di arranque. No estaba del todo embriagada, así que lentamente empezó a avanzar. Fui soltando de a poco el cable que sostenía con mi dedo índice, y pude conservar la marcha. En primera. Tenía que hacer alrededor de 30 cuadras. Insisto: en primera. A las 4 cuadras, me la jugué y pasé a segunda sin embriagar. Y funcionó! Ya fui más calmado, porque las posibilidades de fundir el motor se reducían en un 85% aproximadamente.

Si alguno piensa que la aventura termina cuando hago arrancar la moto y finalmente puedo avanzar, se equivoca. Los quiero ver recorriendo las calles del centro de rosario sin poder frenar en las esquinas porque se les para la moto y no saben si la van a poder hacer arrancar de nuevo. Fue un circo de luces, bocinazos y combinaciones de freno-acelerador para evitar que al bajar la velocidad la moto se pare, todo con la sincronía de un malabarista… q recién empieza. Debo haberle puesto mucha fe a las plegarias que decían “ponete verdeeeee!!!!!” en las esquinas con semáforo porque sólo una de ellas pasé en rojo, en la cual fue fuerte la plegaria de “que no venga nadie”, porque, afortunadamente, fue así.
Paré. Hice 3 cuadras, llevé la moto a un lugar seguro y al otro día emprendí la odisea de encontrar el repuesto del cable y un taller siendo las 10:15 de la mañana acechado por el temor de que me cerraran los negocios. Luego de 2hs y $60 -$30 de repuestos y $30 de taller-, estuve listo para continuar mi marcha.
NOTA: El taller era el taller oficial de un concesionario. Tenían varias motos a las que les estaban haciendo el service y caí yo con la mía. Sabía que no sería fácil conseguir su ayuda así que me presenté: “Hola, soy un viajero de las lejanas tierras de San Nicolas y vengo a pediros vuestra ayuda, honorables caballeros, dado que no tengo ni las herramientas ni los conocimientos necesarios para emprender la tarea. Ayer sufrí el incidente de cortar una de las riendas de mi corcel y he venido a que me las reparen. Sé que estoy completamente fuera de su programa matutino pero aquí les traigo el repuesto”. Realmente no fueron las palabras empleadas pero hubiera estado bueno. Pese a la cara de mala gana del regente del taller, tuvieron la amabilidad de atenderme.
A modo de agradecimiento les dejo el chivo: Motor Dos, Sarmiento 1527, Rosario. Muy buen laburo y no se sarparon en lo que me cobraron.

lunes, 31 de diciembre de 2012

En moto bajo la lluvia. Sin piloto. Sin campera.


Anoche en la salsera me senté a esperar que se me seque un poco la camisa. A mi lado estaba Maria, quien gentilmente me convidó con medio vaso de cerveza, tras el cual miré el cielo y le dije "lo bueno de todo esto, es que mañana no va a llover". Ni siquiera sé por qué se me ocurrió decir eso. Acto seguido, me volví a casa a dormir. Esta mañana, en plena carrera contra el tiempo miré el cielo celeste que apenas tenía unas nubes y me dije "como la pegué, mirá si va a llover". Y sin campera ni piloto me fui a trabajar. Llegado el mediodía, fuimos a comer y el cielo ya amenazaba con abrir la manguera de la red de incendios. Fuera de joda, a simple vista la nube mayor parecía un volcán invertido a punto de eyectar una masa de agua sin precedentes…
 Terminado el almuerzo evité la sobremesa para no dar lugar a que la tormenta haga de las suyas. Así que de inmediato me subí a la moto y partí de regreso hacia San Nicolás.
(Carajo, me falta más de media historia y ya llevo como 15 líneas...)
A las 3 cuadras se larga a llover. La nube mas amenazadora ya había pasado, pero no... las otras que venían detrás no podían ser menos. Gotas cada vez mas grandes impactaban sobre mi mochila y, lo que es peor, sobre el bolsillo donde tenía el celular. Busqué refugio en la estación de GNC que está en el acceso al pueblo, que curiosamente reza "Prohibido circular con motos". Fui con la intención de escribir este texto mientras esperaba que parase de llover y consumía algo en el barcito que, oportunamente estaba cerrado.
Sin techo y al refugio que me proporcionaba la pared, cuya eficiencia dependía de que el viento siguiera soplando para que las gotas no cayeran verticalmente, sólo me quedaba una opción: prepararme para volver aún con lluvia, sin piloto ni campera. Vacié mis bolsillos en la mochila que luego puse dentro de una bolsa que siempre llevo para estos casos y la até en la moto.
Todo motoquero alguna vez tuvo la experiencia de ser castigado por la lluvia en las manos un día que haya salido sin guantes. Ahora, cuando no sólo te falta el piloto, sino también la campera de cuero, las gotas son un flagelo para todo el cuerpo. Eso, si tenés la suerte -como no fue mi caso- de que no caigan piedras. Y así transcurrieron los primeros kilómetros del viaje. Me hice sopa y por poco las piedras no me dejan como colador. Je, nada de andar aflojándole al acelerador, eh...
La primera sensación es de rechazo al frío. La segunda, temor a la neumonía. La tercera, aceptación de que una vez emprendido el viaje, era sabido que ibas a terminar íntegramente mojado. La cuarta, y ahí es cuando entramos en la parte preocupante, cuando dejás de sentir el frío. No sé bien si es por costumbre o porque ya estás delirando de la hipotermia. Pero bueno, llegado este punto las gotas ya escaseaban.
Continué mi viaje tranqui, 100, 120km/h, y la tormenta fue quedando atrás. No tenía bien claro si la tormenta ya había pasado, o se estaba acercando y yo estaba yendo mas rápido. Preferí no averiguarlo, pero la calle mojada ya me daba la pista de que la tormenta no debería ser algo de qué preocuparse. Y más allá de una posible neumonía, la preocupación principal pasaba por tener la ropa mojada. Pero esa preocupación también pasó, ¡es increíble el efecto Koh-i-noor del viento a 120km/h en la moto cuando cesa la lluvia!

miércoles, 24 de octubre de 2012

El rol del analista de procesos. Junior.


Si llegaste por medio de Google para encontrar información seria, la pifiaste, pero quedate a leerlo, capaz te da una idea general de las cosas.
A mis lectores de siempre, más de uno de ustedes se preguntará de qué trabaja un tipo que escribe tantas gansadas y después selecciona las mejores para publicarlas en su blog.
Bueno, hoy voy a contarles sobre mi trabajo en ese mundo paralelo que fluye a mi alrededor, conocido popularmente como la vida real. Cuando no estoy en mi deber de servir a la comunidad, camuflado bajo la identidad secreta de un reciente graduado de Ingeniería Industrial, me dedico a ser Analista de Procesos (si querés saltearte la intro, pasá directamente al subtítulo en negrita, pero si tenés tiempo, leela, sino al final del texto vas a volver).
Antes de proceder a explicar lo que es un Analista de Procesos (Junior, dicho sea de paso) voy a contar dónde trabajo, lo cual se trata de una planta que elabora tableros de fibra de madera, mejor conocido como chapadur. En resumen, el proceso consiste en recibir troncos de madera, hacerlos pasar por una picadora (donde literalmente llueve aserrín del tamaño de granos de azúcar), luego por un desfibrador, que –por fricción- muele la madera picada a fibras (lo cual desprende un sabroso aroma a lignina) que quedan disueltas en agua; de ahí va a unos tanques de agua donde se regula la concentración de la fibra (esto es, la cantidad de gramos de fibra por litro de agua); para pasar a una máquina formadora, que básicamente le escurre el agua dejando un manto de fibras húmedas, conocida casualmente como “Manto Húmedo”, que ya presenta un aroma mas dulzón. Este manto se corta en hojas de aprox. 5m x 1,2m y se coloca en prensas (una con 24 aberturas y una con 30). Luego de prensado, donde comienza a sentirse el olor a madera procesada, se almacena en estructuras metálicas conocidas popularmente como “zorras” –comentarios de humor adulto, abstenerse- que van a templarse durante 4hs y posteriormente a humectarse durante 8hs. Finalizado el proceso de humectado, se corta –proceso que genera mucho polvillo y no les recomiendo andar olfateando) y se destina al sinfín de diversas utilidades que tiene.
Podrán decir “en resumen un carajo”, pero créanme que está resumido, este narrador podría describirlo de una manera muchísimo mas extensa y detallada. O quizás no tan detallada, pero igualmente extensa.
Bien, ahora... ¿qué recórcholis es un Analista de Procesos? Básicamente es una persona que va mirando cómo se hacen las cosas, toma datos de las variables, los analiza y propone métodos nuevos o modificaciones de los existentes para hacerlas mejor. Suena cómodo, eh? Pues les aseguro que no lo es. Yo me comí el mismo verso cuando empecé.
Resulta que si, yo voy pasando por un lugar y por otro y voy preguntando cómo se hacen las cosas, qué variables tener en cuenta y los valores admisibles de cada una. Pero resulta que, en más de un caso, estos valores se toman esporádicamente y si quiero saber algún valor en especial, tengo que ir a medirlo... Uds dirán “¿y tanto lío por eso?” –los que siguieron leyendo, los demás, gracias por hacer subir el contador de visitas por lo menos- El verdadero lío es la medición. Si. Si yo tuviera un tipo que hiciera las mediciones y me pasara los datos, mi trabajo sí sería tan cómodo como suena. Pero no. No sólo estoy encargado del análisis de las variables, sino también de la tomar las mediciones de las mismas.
Podría cortar acá. Pero sería sólo para entendidos. Y como yo escribo para todo el mundo –excepto para quienes no conocen de dibujos animados y video juegos viejos, que los mando a googlear-, les voy a contar el mambo de las mediciones:
Supongamos que quiero saber la “sequedad” –término porcentual opuesto a la “humedad”- del manto húmedo. Tengo que ir, esperar a que se interrumpa la carga de la prensa, cortar un pedazo del manto (lo cual me deja las manos llenas de fibra y agua), recortarlo para que quepa bien en la balanza y la prensa de ensayos, pesarlo, ir hasta la prensa de ensayos, ponerlo entre dos tejidos, prensarlo por alrededor de 8 minutos, retirarlo, sacarlo de los dos tejidos, volver a pesarlos, dividir el peso seco sobre el peso húmedo y finalmente obtengo el valor. 5 líneas. Para explicarlo.
Y como ése hay muchos ensayos. Por ejemplo, el de producto terminado consiste en tomar un tablero de 80cm x 120cm ya humectado, y cortarlo siguiendo un croquis que nos deja un total de 28 piezas de diferentes tamaños a los cuales se les somete a determinados procedimientos que no voy a explicar. Ahora bien... ¿saben quién corta el pedazo de tablero, lo lleva a la sierra y en una extensa nube de polvillo toma las muestras? Si, quien les narra. Cabe mencionar que a veces también lo hace el laboratorista, pero para su trabajo, que es aparte del mío.
A todo esto sumenle que trabajo en el pueblo de al lado, vivo a 29km y llueva, truene, relampaguee, o esté el clima 10 puntos, siempre voy y vuelvo en moto.

Finalmente, la pregunta del millón: ¿Y a ustedes de qué les sirve todo esto? Básicamente, de nada, pero a mí me sirve de pie para varias anécdotas que surgen en este tan agradable ambiente.