jueves, 15 de julio de 2010

Amanece en TapperCity

Despierto una mañana, y entro en conexion con el mundo donde estoy inmerso. Mis pies no dejan de estar en la tierra, y mi mente no deja de recorrer todo lo que me rodea.


Abro las ventanas de mi habitación y tengo la vista directa a mi ciudad, acobijada por los primeros rayos del sol que ilumina desde el la intendencia con un imponente tejado azul, hasta el cuartel y el puerto. Ahí está mi gente. Por ellos vivo, por ellos lucho, a ellos sirvo.

Por la mañana, me dirijo a la academia en busca de nuevos conocimientos, que me permitan incurrir en nuevas tecnologías para hacer mis deberes para con mi pueblo. Cuanto mas avanzado se esté, mas vertiginoso será nuestro desarrollo.


Comercio diplomáticamente la mercadería que necesito y que mi propia producción no alcanza a cubrir mis necesidades. Salgo a recorrer las ciudades vecinas, sus rojos y verdes techos colorean mi viaje. Y mientras crezco pacíficamente con mi entorno, uno de mis consejeros me alerta de un peligro inminente. Una invasión viene en camino a mi tan apreciada ciudad.

Los ciudadanos comienzan a desesperarse y se alistan al ejército de la manera en que más aptos se consideran. Algunos con cañones, otros con fusiles y otros en gigantescas máquinas que proveen protección. Cercamos la ciudad y esperamos a nuestro enemigo sigilosamente, sin saber él lo que le espera tras nuestras murallas, mientras vaciamos nuestros depósitos a través del puerto, para que su invasión, en caso de llevarse acabo, sea infructuosa.

Pero al extender el catalejo hacia el horizonte alcanzo a divisar unos puntos que se asoman y aceleran a toda marcha. Efectivamente no vienen con intenciones amistosas. Si no logro sacar mis bienes, serán saqueados por el enemigo. Y lo peor, seguramente volverán por mas. Llegó el momento de actuar: Aseguro mi puerto con barcos espolones a vapor, barcos catapultas y submarinos. Dono los bienes que no pueda transportar y el resto lo quito de la ciudad. Quizás pierda mis bienes de una manera u otra, pero prefiero que no sea mi enemigo quien se los quede.
Finalmente se libra la batalla. Mi primera línea comienza a debilitarse, y el equipo médico y los cocineros ayudan a fortalecer la tropa. Los flancos están asegurados, pero sin primera línea estoy perdido. Sólo me queda una esperanza: Mis aliados.


Luego de solicitar ayuda, actuando primero y preguntando después mi alianza viene en camino. Con sus soldados sedientos de sangre y apoyando al hermano en dificultades, barcos de todas partes del mundo se acercan a mi ciudad. Algunos portan soldados, y otros portan armas para asegurar el puerto.

Y se libra la batalla mas grande que el mundo haya visto en su joven historia. La moral enemiga comienza a decaer. Sus unidades se dispersan. Victoria! Mi ciudad ha sido defendida! Los soldados aliados aplastan los cráneos de los cadáveres enemigos aún calientes y con sus inertes manos aún afirmadas a su espada que poco pudo lograr.

Y así concluye otra sesión del Ikariam...